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27 de julio de 2006

Un viaje poco convencional.

Eran las cinco de la tarde cuando subió a su 307 CC negro. Nunca antes tuvo esa necesidad de viajar, pero era más fuerte que él. Llenó el tanque de combustible, y menos de cinco minutos despues, se vió acelerando en la autopista. No le fué para nada difícil llegar a los 200 km/h, y todavía no sabía a donde se dirigía.
Mientras tanto, solamente se preocupaba por la música. En el mismo CD tenía música clásica y metal, pero ninguno de los dos estilos era lo que quería escuchar. Al final, tras revisar otros CDs, se decidió por Pink Floyd. The Wall le hacía acordar a su infancia, fue el primer disco que tuvo de la banda, y fue también el que lo llevó a conocer nuevos estilos de música. Se le escapó una lágrima.
Cerca de las nueve de la noche, se sentía completamente ajeno a este mundo. Hacía menos de una hora que había parado a llenar nuevamente el tanque, y seguía sin rumbo determinado. Salió de la autopista, tras ver un cartel con tres nombres de ciudades que no conocía. Una de esas sería su destino, aunque todavía no sabía exactamente cuál.
Mientras circulaba por esa ruta solitaria, miles de recuerdos lo empezaron a distraer. Todos los lugares que había conocido parecieron hacer una sucesión en su mente. Recordó aquellas vacaciones en Mónaco, el viaje de negocios a Münich, la visita a sus primos en Miami... todos sus viajes desfilaron ante él.
Nunca antes sintió tanta nostalgia. Su pasado se estaba volviendo en su contra, y él no podía hacer nada al respecto. Un cartel le decía que 30 kilómetros más adelante había una ciudad. Cambió el CD y se empezaron a escuchar algunos acordes de Karma Police.
Nueve minutos mas tarde, llegó a la entrada a la ciudad. Bajó la velocidad y se dispuso a entrar. El camino le era bastante familiar, aunque nunca había estado ahí. A cada lado de la calle había una fila de arboles llenos de flores blancas, que poblaban el ambiente de un aroma bastante suave. Un instante después, ya estaba en el centro de la ciudad. Su reloj decía que faltaban seis minutos para las nueve y media.
Cientos de personas habían salido ese dia, y le daban vida a la ciudad con su paseo. Estacionó el auto cerca de una plaza, y fue a buscar un restaurante. No tenía mucho hambre, pero se sentía como un extraterrestre. Quería sentarse en algún lugar, para relajarse y distenderse despues de tantas horas de viaje.
Cuando llegó al restaurante, vió que solamente había una mesa libre. Luego de ocuparla, notó que un anciano de la mesa del frente lo estaba mirando. Era una mirada grave, bastante intimidatoria, pero le restó importancia. Llegó el mozo y pidió al azar lo primero que vió en el menú. No conocía ninguno de esos platos, y en el fondo sabía que cualquiera iba a ser igual.
Cuando terminó de comer, el anciano de la otra mesa se sentó a su lado y empezó a hablarle, como si lo conociera de hace mucho tiempo. Le hablo de cosas que él no conocía, pero que sentía como propias, y comenzó a dudar si el viejo no se había confundido de persona. Su duda mutó a sorpresa cuando el anciano sonrió y como prueba de que no estaba equivocado, le dijo dos nombres: el suyo propio y el de él.
Tras casi una hora y media de charla, la pequeña nube de misterio había crecido exponencialmente. Según el anciano, era él el que lo habia llamado a la distancia, y que había guiado su destino. No parecía mentir en lo mas mínimo, y de hecho se lo había demostrado contandole con bastante detalle el viaje, incluída la visión, unos minutos antes. Le habló también de otras cosas que no alcanzó a interpretar.
Era la una y media, y ya no quedaba nadie más que ellos dos en el lugar. El anciano seguía hablando, y el mozo los miraba bastante extrañados. Al fin, el viejo reveló la causa por la que estaba allí.
Te estuve vigilando toda tu vida, era mi trabajo. Nunca lo notaste, pero había cámaras en tu casa, y siempre alguien te seguía a cualquier lugar donde fueras. Ahora te intriga saber cómo fué que te llamé, y con qué intención lo hice. Pues bien, la intención es bastante clara. No necesitas agradecerme.
Se levantó de su silla, y encendió un televisor que se encontraba a unos pocos metros. Sintonizó un canal de noticias, y subió el volumen. Las imágenes mostraban una ciudad devastada, y el periodista culpaba a una organización terrorista. Pocos edificios se mantenían en pie, la onda expansiva había destruído casi todo. Alguien dijo "bomba atómica" y le quedaron esas palabras haciendo eco en su cabeza.
Reaccionó de pronto, y cayó en la conclusión que el viejo no le dijo toda la verdad. Lo de la vigilancia era solamente una excusa. Miró hacia donde estaba el anciano, pero éste ya no estaba ahí. Su ciudad estaba destruída y su salvador había desaparecido. Dejó un billete de cien euros en la mesa, y salió corriendo hacia la puerta, con la esperanza de ver al anciano en algún lugar. No estaba por ninguna parte, y el mozo negó haberlo visto salir.
Tratando de acomodar sus ideas, salió a caminar. No logró entender nada. Era real lo de la bomba, o era un video que mostró el viejo? con qué intencion lo podría haber hecho? por qué desapareció sin terminar de explicar? con qué necesidad le había fabricado esa mentira? quién era el misterioso anciano?
Se dirigió al auto, y fue en busca de un hotel... la noche recién empezaba, pero no estaba en condiciones de hacer nada más. Un rato después, estaba acostado, mirando el techo, completamente perdido en sus pensamientos. Llegó el sueño, y fué casi un alivio. La mañana le traería respuestas, pero él no lo sabía.

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2 Comentarios

Blogger franco dijo...

Ahh ves, te vino el remordimiento cabrón.. te arrepentiste de hablar así de Dios en los posts anteriores, ¡Yo sabía!

27/7/06 3:44 p. m.  
Blogger blanconegro dijo...

El cuento "Embargo", de José Saramago transcurre en un ambiente similar al que describís al comienzo, un tipo que viaja a merced de los deseos de su auto, su clima me lo hizo recordar.
Está en el libro Casi un objeto, Punto de lectura, Buenos Aires (2006).
Ah, tu relato me gustó mucho.
Saludos

28/7/06 12:07 a. m.