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26 de julio de 2006

Revelación metropolitana.

Ahí estaba la gran ciudad, tan activa como siempre, totalmente indiferente a los miles de nuevos turistas que llegaban y partian a cada instante. Los autos parecían seguir recorridos predeterminados, las luces brillaban tan uniformemente que se veía como si emanaran directamente de las calles, todo era casi perfecto.
Yo allí, en esa colina, era un espectador más. Veía claramente toda la extensión de la metrópolis, incluídos los suburbios. De repente, sentí que desde la ciudad, alguien me estaba mirando. Era una sensación muy rara, pero que crecía a cada minuto.
De un momento a otro, ni siquiera las estrellas eran visibles, y todo se calmó. La ciudad pareció dormirse, y una sombra se elevó entre los edificios mas altos. Vino hacia donde estaba yo a una velocidad increíble, y me embistió.
Cuando reaccioné de nuevo, estaba tendido de espaldas en la hierba de la colina. Probablemente fue el sol de la mañana el que me hizo despertar de mi sueño. Me sentí muy aliviado, aunque no conseguí recordar nada más de lo que había pasado horas antes. Me tranquilicé pensando que habia sido solamente un sueño.
Cuando me dispuse a partir, me percaté de un cambio en mí. Me sentía más joven, pero a la vez más sabio. Todos los misterios de la gran ciudad se revelaban ante mí, increíblemente me sentí parte de su historia, de sus calles.
Conseguí entender a la gente, su forma de vida, sus costumbres, sus temores, sus emociones. Me parecieron tan simples, que me revelaron una gran verdad: Todo sistema complejo, en el fondo está compuesto por elementos simples. Basta con conocerlos para predecir su comportamiento en conjunto. Comprendí también que esa revelación era solamente una parte de mi nueva sabiduría.
Sin más que hacer ahí, decidí bajar de la colina y seguir mi viaje. Esta vez, mi destino era llegar al océano. Quizás de a poco pudiera ir comprendiendolo todo...

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