De mensajes subliminales.

Una nueva publicidad de un conocido producto empieza a inundar las pantallas de los televisores a lo largo y ancho del país. Nada parece raro en el corto, salvo quizás una cara de una persona que místicamente parecía delinearse sobre uno de los múltiples paisajes mostrados.
De cualquier forma, solo unos pocos sabían que esa cara estaba allí, y pocos de esos pocos sabían el significado real del símbolo, solamente el dueño de la empresa que fabricaba el producto, y el gerente de la empresa de marketing que hizo la publicidad.
Si alguien la hubiera notado, indudablemente iba a entender la referencia inequívoca a un mito más antiguo que la civilización, que aún tenía el suficiente poder de convicción para que una simple imagen de él sirviera para incentivar a la gente a comprar un producto.
Qué hubiera pasado si alguien la veía, es algo que nadie sabe. Pero lo seguro, es que quizás hubiera significado la ruina de esa empresa. Revelar los grandes misterios implica muchas veces tirar por tierra las costumbres más arraigadas y mostrar que todo se basa en la necesidad de una gran mentira globalizada que actúe como combustible de la humanidad.

Diez años después, nadie se explica qué fue lo que hizo que esa pequeña empresa hoy sea una de las tres más influyentes del mundo económico. Y hasta en los lugares más impensados hay referencias a ciertas cosas que nadie nota...